Por la complejidad del virus, por el tipo de población que afecta, por el interés de las farmacéuticas en vender tratamientos y no curas… la vacuna del VIH aún deberá esperar 10 largos años, mientras que la de Covid está a punto de ver la luz.
Por Óscar Balderas
EMEEQUIS.– A cinco años de haber iniciado en el activismo a favor de los derechos de personas con VIH, Alaín Pinzón reconoce que la realidad lo ha vuelto una contradicción: un luchador con esperanza, pero también es un pesimista.
“Todos los días, desde que estoy trabajando en este tema, me encuentro con un caso terrible. No hay día en que no tenga que lidiar con desabasto de medicamentos, desatención médica, discriminación, una violación a los derechos humanos de una persona con VIH. Eso es lo que me hace ser pesimista: la realidad”.
Minutos antes, le pregunté a Alaín –portador de VIH y director de la organización civil VIHveLibre– qué tan cerca cree que está el mundo y México de hallar una cura o una vacuna contra la pandemia del Sida, una crisis sanitaria que mata cada año a unas 700 mil personas en el mundo y que el coronavirus sacó del foco internacional con sus 1.4 millones de fallecimientos este 2020, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Te lo digo con mucho pesar: mi generación vio en un año como el mundo se unió para encontrar una vacuna contra la pandemia del Covid, pero no verá lo mismo para la pandemia del VIH, a pesar de que esto empezó en 1983.
“Como persona que vive con VIH, lo tengo claro: no vamos a vivir para ver una cura. Lo que sí vamos a seguir viendo son esfuerzos que han sido muy leves y totalmente insuficientes. Perdón si es muy duro lo que digo… pero así es”, cuenta Alaín Pinzón, de 32 años.
Nuestra charla ocurre horas antes de que se cumpla la trigésima segunda conmemoración del Día Mundial de Lucha contra el Sida, que a petición de la OMS se hace cada 1 de diciembre en todo el mundo para atraer la atención de gobiernos, organizaciones internacionales y locales y empresarios del mundo sobre la importancia de frenar el galope frenético del VIH.
El lema de este año es “solidaridad mundial, responsabilidad compartida”, una oración que activistas de todo el mundo han criticado porque parece más pensada para el nuevo coronavirus que para esta enfermedad que, en un principio, fue conocida como Inmunodeficiencia Asociada a la Homosexualidad, un concepto hoy en desuso.
“¿Por qué no tenemos hoy la cura del VIH y sí la de COVID? Es muy simple: hay un estigma institucionalizado en todos los países y en todas las instituciones. Si contamos la cronología del VIH y del SIDA a partir de 1983, y vemos cuáles son las personas que han sido afectadas mayormente por esta pandemia, nos encontramos que son homosexuales, transexuales, transgénero y personas de la diversidad sexual en general. Y ahí está la clave entre buscar o no buscar una cura o una vacuna para el VIH.
“Llevamos años en esto y ni siquiera contamos con medicamentos antirretrovirales suficientes. Si las personas con VIH no podemos tener acceso a ellos por la farmacia, aunque el gobierno diga que ya los compraron y los tienen en una bodega, eso se llama desabasto”, dice Alaín Pinzón. “Por eso pienso que esperar una cura o una vacuna es un chiste”.
UNA PANDEMIA QUE DEJA DINERO
La desesperanza de activistas como Alaín Pinzón –y una generación de portadores con VIH que no pueden surtir sus recetas más básicas en el sistema público de salud– contrasta con el optimismo que sienten los representantes de la Organización de las Naciones Unidas.
De acuerdo con las ambiciosas metas trazadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la pandemia del SIDA verá su fin en una década, es decir, ocurrirá hasta el 2030.
Si sucede, sería la culminación de un esfuerzo lento y burocrático que se mueve detrás de las zancadas del virus desde 1996, cuando la ONU creó ONUSIDA, el programa conjunto y patrocinado más grande del mundo que articula esfuerzos estratégicos para acabar con esta pandemia con un fondo anual, en promedio, de 242 millones de dólares.
Pese a la millonaria bolsa recaudada por ese organismo, y su presencia en más de 70 países, el mundo llega al aniversario 35 de los primeros casos de VIH con 78 millones de personas portadoras del virus y 35 millones, al menos, fallecidos.
También llega con la certeza de que este flagelo pudo haber terminado mucho antes y evitado el sufrimiento de millones de personas, especialmente en las regiones más pobres del mundo como África o América Latina, si se le hubiera dado la prioridad necesaria.
Así lo reconoce el propio ONUSIDA en un texto publicado en su página oficial este 2020 y cuya redacción aún inflama a sectores conservadores y grandes farmacéuticas: “ONUSIDA aboga firmemente por que se eliminen las barreras legales y políticas en la respuesta al sida”.
Porque de eso también están seguros miles de activistas en este tema: esta pandemia no se acaba porque, a diferencia de la de Covid, esta es más lucrativa dejándola correr que parándola en seco.
NO FALTA CIENCIA, FALTA VOLUNTAD
“Al Covid se le dio prioridad por encima del VIH por dos razones. La primera es evidente: la cantidad de personas afectadas. La pandemia de 2020 atacó rápidamente a toda la población, no sólo a un grupo, como sucedió en un principio con el VIH”, resume Axel Bautista, sociólogo y conductor del programa “Platicando en Positivo”.
“La segunda es la razón menos evidente, pero una muy perversa: el interés económico de las farmacéuticas que pueden seguir lucrando con la salud constantemente. Las personas con VIH son un gran negocio para estas grandes empresas, porque una vez que tienen un diagnóstico positivo en la mano se vuelven pacientes de por vida y los compradores de esos medicamentos –los antirretrovirales– son los gobiernos”.
Jornada de detección oportuna del VIH en Toluca. Foto: Artemio Guerra / Cuartoscuro.com.
Para Axel Bautista, los gobiernos podrían exigir una cura o vacuna inmediata para el VIH, como lo hizo a coro la comunidad internacional a las grandes empresas de biotecnología, pero al hacerlo se perderían del enorme negocio de las compras a escala de medicamentos… y de la corrupción que generan esas compras consolidadas.
Por ejemplo, en 2018, el 80% de los medicamentos que compraba el gobierno mexicano para contener el VIH eran de patentes y apenas el 20% genérico. La bolsa era de, al menos, 5 mil millones de pesos anuales, según datos del Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/Sida.
“Yo tengo muchos problemas con el gobierno actual, pero lo que sí creo que el diagnóstico que hizo esta administración es el correcto: había mucha corrupción en la compra de antirretrovirales y las ganadoras eran las farmacéuticas. Los gobiernos anteriores del PRI y el PAN hacían un gasto enorme de antirretrovirales a precios ridículos, ¿para beneficiar a quién?
“El problema es que ese diagnóstico no se acompañó de buenas políticas públicas y hoy tenemos desabasto de medicamentos.
“También creo que si algo nos enseñó este 2020 es que encontrar una vacuna a una pandemia no es un tema de avances tecnológicos o porque la comunidad científica internacional no tiene la capacidad para hacerlo: es, completamente, un tema de voluntad política y económica”, dice Axel Bautista.
PERO SÍ HAY ESPERANZA
Aldahir Jiménez, coordinador de Comunicación Social en la organización civil Inspira Cambio, es de esos activistas que ven el vaso a medias… pero medio lleno.
Su nombre llegó a los titulares de la prensa a principios de septiembre de este año, cuando comenzó una huelga de hambre en protesta por la impunidad con la que en México se realizan crímenes de odio contra la comunidad LGBTQ+. A la falta de alimentos sumó otra ausencia: la de sus medicamentos diarios antirretrovirales, lo que vulneraba su salud como portador de VIH.
“El VIH se ha relacionado históricamente con homosexuales y poblaciones de hombres que tienen sexo con hombres. Pero yo me atrevería a decir que no sólo por el tema de poblaciones es que avanza muy lento la investigación para encontrar la cura o vacuna.
“Yo, sin ser epidemiólogo o doctor, sé que en los ensayos médicos hay mucha frustración porque el VIH es un virus muy complejo, más que los distintos tipos de coronavirus, y desmantelarlo ha sido una tarea muy difícil y por eso no ha habido los avances que se esperarían”, cuenta Aldahir Jiménez.
Pese al embrollo que es el VIH, el activista de origen veracruzano cree que hay razones para estar optimista: en México, así como en otros países como Brasil, Perú, Colombia o Argentina, se está implementado la Fase 3 de un protocolo de investigación llamado Mosaico que busca encontrar una posible candidata a vacuna preventiva a VIH.
“No estamos donde quisiéramos, pero después de más de 30 años de pandemia creo que avanzamos. Ya hay ensayos clínicos en Fase 3, algo impensable hace unos pocos años”.
En México, asegura, la pelea la están librando las organizaciones civiles, que son las que obligan al gobierno a atender a la población con VIH, seguir con la investigación hasta hallar la vacuna, garantizar la compra de medicamentos y, luego, evitar el desabasto.
“Hace semanas estuvimos en mesas de diálogo con senadoras y senadores justamente para que en casos de desabasto intervengan los tres poderes. La respuesta que se ha tenido es que los casos se resuelven de manera inmediata, pero solo hasta que los empujan las organizaciones de la sociedad civil. En términos generales falta mucho, pero avanzamos”, asegura.
Otra certeza queda entre los activistas: los avances anuales en esta batalla son cada vez más acelerados. Y eso abre una tímida esperanza: tal vez, el mundo no tenga que esperar 10 años más para una cura o vacuna contra el VIH.
Y que esta sea la generación que celebre el fin de dos pandemias en un corto periodo de vida.
@oscarbalmen