EMEEQUIS.– Ahora que hasta la diplomacia estadounidense ha estado reviviendo expedientes sobre Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, nos recuerdan aquella época en que la “guerra contra el crimen” se aderezaba con historias de relaciones y convites de prominentes panistas con “celebridades” del crimen organizado.
Ocurrió hace ya 14 años. Era el mediodía del viernes 25 de septiembre de 2006, y Felipe Calderón, entonces presidente electo de México, acompañado de su esposa, Margarita Zavala Gómez del Campo, se presentó al pie de la pila bautismal de la Parroquia de la Encarnación de Torreón, Coahuila, para apadrinar a la hija del entonces senador Guillermo Anaya Llamas, casado con María Teresa Aguirre Gaitán.
Nada habría tenido de especial, salvo por dos cosas:
En primer término, porque el senador Anaya era cuñado de Sergio Villarreal Barragán, llamado “El Grande” por su estatura (casi dos metros), presunto operador de la organización criminal de los Beltrán Leyva, que había penetrado desde años atrás a las estructuras del poder político de la comarca lagunera.
Y, en segundo lugar, porque el operador criminal y el entonces presidente electo coincidieron en el banquete ofrecido por la familia Anaya Aguirre.
EL CUÑADO INCÓMODO
Aunque la familia no se escoge, tampoco debería negarla un político ansioso por lucir inmaculado, pues esto suele acarrear consecuencias desagradables. Adolfo Hernán Villarreal, hermano de “El Grande”, contrajo nupcias, años atrás, con María Anaya Llamas, hermana del senador, con quien procreó dos hijas.
Guillermo Anaya dijo al periódico El Siglo de Torreón (6/3/06) que su cuñado Adolfo había abandonado a su hermana tres años atrás (2004) “y desde entonces no hemos sabido de él ni a qué se dedica actualmente”. Todo indica que era una mentira del senador Anaya: el matrimonio Villarreal Anaya se mantuvo unido al menos hasta el 2 de junio de 2005 —año previo al bautizo—, fecha en que el mismo diario publicó una foto de la pareja sentada a la mesa de una fiesta.
De hecho, Elsa María Anaya inició su trámite de divorcio hasta septiembre de 2006, justo dos días antes del sonado bautizo, como consta en autos del Juzgado Tercero de Primera Instancia del Ramo Familiar en Torreón, que ordenó publicar el exhorto de presentación, el cual consultó EMEEQUIS.
A pesar de esas dos pruebas, en 2007, Anaya exageró aún más, y dijo en una declaración de prensa que tenía 10 años que no veía a su cuñado y que su hermana se había divorciado en 2005.
Los expedientes señalan que Adolfo Hernán y Elsa María estuvieron unidos al menos hasta 2012. Aunque el 28 de julio de 2007 se publicó una sentencia que disolvió su vínculo matrimonial (expediente 652/2006), en el mismo juzgado hay otro expediente, de 2012, que describe acuerdos (0010/2012), y el cual daba trámite a un (¿nuevo?) divorcio de la pareja, ahora por mutuo consentimiento.
LA CAPTURA DE “EL GRANDE”
En septiembre de 2010 fue detenido Sergio Villarreal. Se difundió que el narcotraficante, según la averiguación previa, había confesado que Guillermo Anaya, en su periodo como alcalde (2003-05), le asignó escolta personal a cuenta del ayuntamiento de Torreón; y confirmó su presunto encuentro con Felipe Calderón en el banquete del bautizo de la niña Anaya Aguirre, cuatro años antes.
Anaya emprendió litigios contra la prensa por difundir la especie, y el gobierno de Calderón respondió con virulencia, al punto de mandar difundir en televisión, en horario AAA, desmentidos sobre aquel testimonio.
La cuestión era limpiar a Anaya, que era en ese momento el candidato calderonista para contender por la gubernatura de Coahuila.
Antes de involucrarse con grupos criminales, “El Grande” había trabajado en la policía judicial (Coahuila) y en la policía federal (Tamaulipas). En ese tiempo habría conocido a García Luna, quien se desempeñó como titular de la Agencia de Investigación Criminal (AFI) durante el sexenio de Vicente Fox. Hoy vuelven a correr versiones que sostienen que Villarreal –liberado en diciembre pasado, luego de pasar casi una década en prisión– es pieza clave para entender la vinculación de García Luna con capos del narcotráfico.
El expresidente Calderón, nos dicen, debería estar preocupado por lo que pudiera decir García Luna a las autoridades estadounidenses.
LOS PADRINOS Y LA LISTA DEL ESTADO MAYOR
Como sea, aquel bautizo de septiembre de 2006 se comentó con profusión en cúpulas políticas de entonces. En la lista de invitados destacan los de color albiazul: líderes panistas, diputados federales, senadores, alcaldes y futuros funcionarios federales conocen detalles de lo que ocurrió durante el festejo.
De lo que todos pueden estar seguros es que no hubo más fotografías que las captadas afuera de la parroquia, y acaso las destinadas al álbum familiar. Del banquete, no se filtró ni una sola. Por su parte, Felipe Calderón jamás se pronunció personalmente al respecto, no lo negó ni lo confirmó, ni antes ni después de su mandato.
Tampoco lo hizo la madrina, Margarita Zavala, que en 2018 aspiró a la presidencia, para renunciar al cabo a su aspiración.
Lo cierto es que, como ocurrió hasta la sucesión de 2018, el ahora extinto Estado Mayor Presidencial se encargaba de la logística y la seguridad del presidente electo. Y entre sus protocolos se hallaba la minuciosa lista de asistentes a los actos y eventos a los que acudía Calderón.
Dicho de otro modo, en algún lugar de los archivos muertos de la secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) o de la Presidencia, se hallan las hojas que registraron a los invitados de aquel célebre bautizo.
“ADOLFO ERA EL QUE MANDABA LA DROGA A EU”
El que no se quitó el parentesco fue Guillermo Anaya. En mayo de 2011, Carlos Iván Meraz Medina, exguardaespaldas de Sergio Villarreal Barragán, declaró que la agencia antidrogas estadounidense, DEA, lo buscó para que atestiguara contra “El Grande”. “Me preguntaron si Sergio enviaba droga a Estados Unidos. Les dije que sí, que enviaba cargamentos a El Paso, Texas, y que el encargado de esas tareas era su hermano Adolfo”, señaló Meraz, quien fuera testigo protegido de la PGR.
Esta vez, Anaya no pudo objetar la información. Estaba, de hecho, demasiado ocupado desmintiendo casi todos los días el flujo de versiones que ligaban a él o a su equipo con fraudes o grupos criminales. Uno de los temas que convocó mayor atención fue la compra del rancho El Palmillento, con 4 mil 575 hectáreas de superficie, unos 45 kilómetros cuadrados, la mayor parte en Chihuahua, pero cuyo casco se ubica en territorio municipal de Hidalgo, Durango.
El latifundio está a nombre de la esposa, María Teresa Aguirre Gaitán, y Anaya lo habría comprado en 2007 a precio de carnaval: según dijo a los medios el 22 de junio de 2011, le costó 4 millones 500 mil pesos. “Ahí están mis créditos, para que vean que no escondo nada”, dijo exhibiendo escrituras.
Todo aquello ocurrió en el mundo en que Genaro García Luna era secretario de Seguridad Pública, cuando la embajadora Jacobson hablaba maravillas de la lucha antidrogas del gobierno de Calderón, y la relación bilateral era de esas que se presumen.
Por cierto que, durante la campaña electoral de 2017 por la gubernatura de Coahuila, se difundieron detalles sobre una cuenta del compadre de Calderón, Guillermo Anaya, en un banco del paraíso fiscal de Barbados, donde guardaba 32 millones de dólares, para cualquier emergencia.
@emeequis