Porfirio incrementó sus ataques contra Ebrard. AMLO no quiere repetir la experiencia fratricida del Sol Azteca.
La pelea por el control de la dirigencia en Morena parece reeditar los comportamientos “suicidas” del PRD. Ese aroma “tribal” que tanto criticó Andrés Manuel López Obrador a su salida del Sol Azteca, es justamente lo que enciende alarmas en Palacio Nacional. Las declaraciones de Porfirio Muñoz Ledo, anticipando una posible expulsión de Marcelo Ebrard, molestaron.
Muñoz Ledo es el candidato que empujaron Bertha Luján y Alfonso Ramírez Cuellar, una vez que perdieron la batalla ante el Tribunal Electoral: la renovación de autoridades al final sería a través de encuestas, como había pedido desde un principio AMLO. Por eso buscaron una figura de gran aceptación en la izquierda mexicana, que compatibiliza con los seguidores de la 4T.
Los Puros no contaban con una figura “taquillera” para pelear la dirigencia. Pero no aceptan que los outsiders, a los que suelen considerar “arribistas” y “ambiciosos vulgares”, se queden con el control del partido.
AMLO comprende lo obvio: estos movimientos son apenas un adelanto -muy precipitado- de las proyecciones que hace todo el círculo rojo oficialista: ¿el candidato de la sucesión será Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard?
Desde luego, se trata de un pregunta incómoda que no tiene ni tendrá respuesta hasta que se acerque 2024. Expone, sin embargo, el pleito de fondo: ¿la herencia será para “Los Puros”, aquellos que fundaron Morena de la mano de AMLO, o los aliados que fueron llegando con el tiempo y ensancharon su base electoral?
La molestia por las declaraciones de Muñoz Ledo derivan de esa lectura: apuntarle a un secretario en funciones es una suerte de destape innecesario, que acelera la grieta en el partido. Ahora todos los morenistas deberán empezar a decantarse por uno u otro bando, aunque ni Sheinbaum ni Ebrard se hayan mostrado activos en ese sentido.
López Obrador suele recordar con bastante desagrado el comportamiento de las corrientes en el PRD, una dinámico que sufrió en carne propia. El Presidente recuerda que los intereses de los “caciques” prevalecían por los objetivos del partido. A tal punto, que emergían con facilidad “los negocios de las derrotas“.