La Zona de Refugio Pesquero de Celestún, una de las más grandes de México.
En el corazón del Golfo de México, la Zona de Refugio Pesquero de Celestún se ha convertido en un oasis de esperanza para los ecosistemas marinos en peligro. Este refugio pesquero, uno de los más grandes de México, no solo es una herramienta para conservar la biodiversidad marina, sino también una respuesta a la sobrepesca y la degradación de los mares. A través de la labor de un grupo de buzos comunitarios y científicos, la zona ha sido monitoreada durante años con el objetivo de restaurar las pesquerías en declive.
Un ritual de inmersión y esperanza
A dos horas de la costa, las lanchas que transportan a los buzos y buzas se acercan a los puntos señalados por el GPS. Los motores, antes ruidosos, se apagan y el ambiente se vuelve tranquilo. Con calma, los buzos se preparan para la inmersión, cada movimiento meticulosamente planificado. Aletas, chalecos, tanques y plomos son ajustados antes de ingresar al agua. Esta tarea, aparentemente rutinaria, tiene un propósito profundo: restaurar los ecosistemas marinos. Durante esos minutos bajo el agua, su vida depende de la preparación y el cuidado de la inmersión, pues en la Zona de Refugio Pesquero de Celestún buscan recuperar la biodiversidad y restaurar especies marinas al borde del colapso.
Las Zonas de Refugio Pesquero (ZRP) son propuestas de las comunidades locales al gobierno con el fin de conservar y repoblar las pesquerías y ecosistemas marinos. En el caso de Celestún, que fue decretada en 2019, la zona abarca 324 kilómetros cuadrados y cuenta con el apoyo del Grupo Comunitario de Monitoreo Submarino de las Costas de Yucatán. Este grupo de trabajo combina conocimientos locales con la rigurosidad científica, trabajando con el Instituto Mexicano de Investigación en Pesca y Acuacultura Sustentables (IMIPAS) y la asociación civil Comunidad y Biodiversidad (COBI).
La sobrepesca y la amenaza global
El fenómeno de la sobrepesca y la degradación ambiental es un problema global. En 2024, el informe “Planeta Vivo” revelaba que, en los últimos 50 años, hemos perdido el 56% de las poblaciones marinas. Además, el 37.7% de las especies actuales están siendo sobreexplotadas. En México, donde se pescan más de 700 especies marinas que sostienen a más de 200,000 familias, la situación es crítica. La Carta Nacional Pesquera indica que el 17% de las pesquerías están deterioradas, mientras que el 62% están en su límite máximo de explotación.
El daño al ecosistema ya está hecho, pero la Ley General de Pesca no asigna al gobierno la responsabilidad de restaurar las poblaciones de peces. Nancy Gocher, directora de Incidencia en Oceana, señala que se requiere una mayor participación del Estado, que hasta ahora no ha impulsado reformas sustantivas en el sector. De hecho, a pesar de las propuestas, solo cuatro de 60 iniciativas relacionadas con la pesca han sido aprobadas desde 2018. La escasa voluntad política ha llevado a muchas comunidades a tomar el control y proteger sus recursos marinos de manera autónoma.
Celestún: Un refugio de esperanza
Hoy, las comunidades pesqueras del Golfo de México han logrado crear refugios en lugares como Baja California Sur, Quintana Roo y Campeche. Estos refugios marinos suman más de 2 millones de hectáreas y benefician a más de 130 especies marinas. “Cuando se planteó la primera propuesta, parecía una locura”, comenta Alicia Poot, investigadora del IMIPAS. Sin embargo, con el tiempo, la comunidad ha logrado entender la importancia de un manejo sustentable del mar. “No se trata de cerrar el mar, sino de trabajar un área de manera sustentable”, explica.
El refugio de Celestún, en particular, ha sido clave para la protección de especies como el pepino de mar, cuya sobrepesca llevó a la especie casi a la extinción. Los pescadores de la zona, que antes dependían de esta especie para su sustento, pidieron ayuda a los investigadores para implementar prácticas sostenibles que permitan la regeneración de los recursos marinos.
El desafío de la pesca ilegal
El negocio de los pepinos de mar es, por su alto valor en el mercado chino, un incentivo para la pesca furtiva. En Celestún, la pesca de pepinos de mar fue una actividad muy lucrativa, pero las malas prácticas, como el uso de compresoras improvisadas (hookah), pusieron en riesgo tanto el ecosistema marino como la salud de los pescadores. Con la implementación del refugio pesquero, las comunidades locales buscan frenar la pesca ilegal y proteger sus recursos naturales, incluso si eso implica tomar medidas rigurosas.
El futuro del Golfo de México: Un mar por cuidar
Mientras las comunidades pesqueras y los científicos luchan por mantener a flote los ecosistemas marinos de la región, el futuro del Golfo de México sigue en juego. A pesar de los avances en la creación de refugios pesqueros, el reto de garantizar la sostenibilidad de las pesquerías a largo plazo sigue siendo un desafío enorme, tanto en México como en el mundo.
El caso de Celestún es un ejemplo de cómo la colaboración entre comunidades, científicos e instituciones puede ser clave para la conservación de los océanos. Aunque el gobierno tiene una responsabilidad que aún no ha asumido por completo, las comunidades han demostrado que, con esfuerzo y compromiso, es posible restaurar lo que el mar ha perdido. Sin embargo, el camino por recorrer sigue siendo largo, y el océano necesita, más que nunca, que le dejemos descansar.